Durante mucho tiempo, creímos que la manera en que nos vinculamos en pareja o en amistad era simplemente parte de “nuestra personalidad” una especie de rasgo inmutable con el que venimos al mundo. Sin embargo, los avances en psicología, especialmente desde la teoría del apego, han demostrado que gran parte de nuestras dinámicas afectivas no son innatas, sino aprendidas y moldeadas desde la infancia.
Y aquí llegan las buenas noticias: si bien esos patrones pueden estar arraigados, no son definitivos. Si identificas en ti un estilo de apego inseguro ya sea ansioso, evitativo o desorganizado, hay caminos para transformarlo. Y sí, incluso en la adultez. Cambiar nuestra manera de vincularnos no solo es posible, sino profundamente liberador.

Entendiendo el punto de partida: ¿Qué es el apego?
El apego es el vínculo emocional que se forma desde los primeros meses de vida entre el niño y sus cuidadores principales. Esta conexión no solo satisface necesidades básicas como el alimento o la protección, sino que también enseña al cerebro del niño qué esperar del amor, la seguridad, la intimidad y la disponibilidad emocional del otro.
A través de estas experiencias tempranas, el niño aprende si el mundo es un lugar seguro o amenazante, si puede confiar en los demás o si debe protegerse para sobrevivir emocionalmente. Estos aprendizajes no desaparecen con el tiempo: se integran en la forma en que nos relacionamos con las personas importantes de nuestra vida adulta.
¿Te reconoces en estos pensamientos?
Frases como:
- “Me cuesta confiar en los demás”
- “Siempre temo que me dejen”
- “Prefiero no involucrarme demasiado”
- “Siento que necesito a los demás más de lo que ellos me necesitan a mí”
- “Me incomoda la cercanía emocional”
No son simples actitudes, sino manifestaciones de estilos de apego inseguros. En otras palabras, son respuestas adaptativas que un día fueron útiles para lidiar con entornos inseguros, pero que hoy pueden estar saboteando tus relaciones.
¿Cómo trabajar tu estilo de apego?
Cambiar un patrón de apego no se logra con fuerza de voluntad ni negando lo que sentimos. Es un proceso que requiere conciencia, nuevas experiencias y mucho amor propio. Estas son algunas herramientas clave:
-Psicoeducación: ponerle nombre a lo que te pasa
Aprender sobre el apego te permite entenderte con más compasión. Leer libros, escuchar podcasts, seguir a profesionales de la salud mental o acudir a terapia, te ayuda a dejar atrás esa narrativa rígida del “yo soy así” y abrirte a la posibilidad de transformación.
-Autoobservación emocional: conocerte en acción
Empieza a notar cómo reaccionas en tus vínculos. ¿Te disparas emocionalmente cuando alguien se aleja? ¿Tiendes a evitar el contacto cuando alguien se acerca demasiado? Observarte sin juzgarte es el primer paso para comprender tu sistema de apego en tiempo real.
-Ensayar nuevas formas de vincularte
Nuestros cerebros son plásticos: pueden aprender nuevas formas de relacionarse. Practicar pequeñas acciones distintas como expresar tus emociones en lugar de reprimirlas, o permitirte recibir afecto sin sentir culpa o desconfianza puede modificar tus esquemas internos con el tiempo.
-Buscar relaciones seguras y reparadoras
El vínculo que nos hirió no tiene que ser el único modelo. Existen relaciones capaces de sanar. Rodearte de personas emocionalmente disponibles, coherentes y respetuosas puede ser profundamente reparador. El apego también se reconfigura a través del modelado y la repetición de experiencias saludables.
Sanar tu estilo de apego es una tarea continua. No es una meta que se alcanza y ya está, sino un camino que se transita con práctica, autocompasión y conciencia. Habrá retrocesos, por supuesto, pero también avances genuinos que se sienten como pequeñas victorias internas.
Porque cuando aprendes a relacionarte desde un lugar de seguridad contigo mismo y con los demás, las relaciones ya no son una fuente constante de ansiedad, miedo o huida. Se convierten, en cambio, en espacios de calma, confianza y crecimiento.
Y en un mundo tan incierto, poder habitar vínculos que se sienten como refugios es una de las formas más hermosas de libertad emocional.