El uso de palabras con carga negativa puede activar respuestas de estrés en el cerebro, elevando los niveles de cortisol y aumentando la ansiedad. Expresiones como “no puedo”, “todo está mal” o “soy un fracaso” refuerzan pensamientos limitantes que afectan la salud mental.
Por otro lado, el uso consciente de un lenguaje más compasivo y motivador puede reducir el estrés y mejorar la estabilidad emocional. Prácticas como la reformulación positiva de frases y el enfoque en soluciones, en lugar de problemas, pueden generar cambios significativos en la forma en que enfrentamos la vida.
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