By Mientras los corridos y narcocorridos mexicanos reciben elogios a nivel internacional por su autenticidad y estilo, dentro del país enfrentan un panorama complejo. La reciente confrontación entre Natanael Cano y autoridades en la Feria de San Marcos es solo el más reciente ejemplo de una batalla cultural en curso.
Prohibición como medida de seguridad
Con el aumento de la violencia en México, gobiernos estatales han empezado a “sugerir” a artistas no interpretar canciones con contenido explícito o vinculado al narcotráfico. Aunque presentadas como medidas de seguridad, estas recomendaciones han generado malestar tanto en artistas como en su público.
Casos recientes
Casos como el de Luis R. Conriquez en Texcoco contrastan con el de Cano, quien se negó a acatar la prohibición y criticó abiertamente la censura.
“Venimos con gusto a cantarles… pero hagan algo ustedes, no venga a pedírmelo a mí”, dijo desde el escenario, poco antes de que le apagaran el sonido.
Lo que está ocurriendo no solo es un conflicto entre artistas y autoridades, sino también una discusión más amplia sobre la libertad artística, el rol de la música en el contexto social y la forma en que los gobiernos enfrentan (o censuran) expresiones populares incómodas.
