En una decisión histórica, el Congreso de Ciudad de México aprobó la prohibición de las corridas de toros tradicionales con 61 votos a favor y solo 1 en contra. La medida, respaldada por la presidenta Claudia Sheinbaum, elimina el uso de instrumentos que hieran o maten a los toros, permitiendo únicamente una versión sin violencia en la que los toreros solo podrán emplear capotes y con una duración limitada para cada evento.
La legisladora Xóchitl Bravo Espinosa, una de las principales impulsoras de la iniciativa, celebró la decisión y afirmó: “Mi corazón siempre late por el bienestar de los animales”. No obstante, destacó que la medida busca un equilibrio para no afectar a quienes dependen económicamente de la industria taurina, como comerciantes y trabajadores de la emblemática Plaza México, la plaza de toros más grande del mundo con capacidad para 42,000 personas.
El sector taurino reaccionó con indignación. Grupos defensores de la tauromaquia anunciaron que impugnarán la medida, mientras que la Plaza México calificó la reforma como una amenaza contra “una de las tradiciones culturales más arraigadas en nuestro país”.

Esta transformación ocurre tras años de disputas legales. En 2022, un juez federal suspendió las corridas en la capital, pero en 2024 la Suprema Corte de Justicia permitió su reanudación. Sin embargo, la creciente presión de activistas en defensa de los derechos de los animales ha impulsado este nuevo cambio, alineándose con una tendencia global que limita o prohíbe la tauromaquia en países como España, Francia, Colombia, Perú, Ecuador y Venezuela.
La alcaldesa de Ciudad de México, Clara Brugada, celebró la aprobación de la ley y la calificó como “un gran avance”. Paralelamente, organizaciones como Animal Heroes, que lideran la lucha contra la tauromaquia en México, consideran que esta reforma es solo el primer paso hacia la abolición total de las corridas de toros en el país.