By Vivimos en una era donde el like, el mensaje directo o el emoji con corazones pueden decir más que mil palabras. Las microinfidelidades han emergido como un síntoma silencioso de insatisfacción emocional y falta de límites claros en las relaciones. Y aunque muchos piensan que no son “para tanto”, su impacto en la salud emocional de una pareja puede ser demoledor.
El peligro de las microinfidelidades es su sutileza. No hay besos, no hay encuentros sexuales… pero sí hay una constante desviación de la atención emocional. Puede comenzar con comentar todas las fotos de alguien en redes sociales, borrar mensajes, ocultar interacciones o incluso fantasear repetidamente con una persona ajena a la relación sin comunicarlo. En todos estos actos, el común denominador es el secreto.
La psicoterapeuta Esther Perel, experta en relaciones y autora del libro El dilema de la pareja, ha mencionado que “la infidelidad ya no se trata solamente del cuerpo, sino del corazón y la mente. Es más sobre la traición de la confianza que del acto sexual en sí”. En ese sentido, las microinfidelidades representan pequeñas grietas que, si no se abordan a tiempo, pueden convertirse en fisuras irreparables.
No se trata de ser paranoicos, sino de ser conscientes. Muchas veces estas conductas surgen por carencias no habladas dentro de la pareja: falta de atención, monotonía, necesidad de validación externa o inseguridades personales. Es necesario fomentar un espacio emocional abierto donde cada miembro de la pareja pueda expresar sus límites, temores y necesidades sin temor a ser juzgado.
Detectar una microinfidelidad a tiempo no significa el fin de la relación, sino una oportunidad para profundizar en el vínculo. Porque la confianza, una vez rota, puede reconstruirse, pero necesita tiempo, diálogo y mucha voluntad.
