
El retorno de Fatal Fury pintaba como un homenaje cargado de nostalgia para los fanáticos de la era dorada de los juegos de pelea. Pero lejos de romperla en ventas, el nuevo título City of the Wolves terminó siendo un tropiezo para SNK, con números bajos y repercusiones directas en la dirigencia de la compañía japonesa.
Un comeback que no despegó
Después de más de 20 años sin un juego principal de la saga, Fatal Fury: City of the Wolves debutó el 24 de abril con grandes expectativas. Sin embargo, el entusiasmo inicial no se tradujo en ventas. En Japón, el juego apenas alcanzó las 10.000 unidades vendidas en sus primeras dos semanas, según el ranking de Famitsu. En Steam, la recepción también fue fría: menos de 5.000 jugadores simultáneos en sus mejores momentos.
Si bien el título fue elogiado por su apartado gráfico y por respetar la identidad visual y jugable de la saga, muchos señalaron la falta de innovación y una jugabilidad que no terminó de enganchar frente a propuestas más modernas como Tekken 8 o Street Fighter 6.
Sacudón en la dirección de SNK
El mal desempeño del juego coincidió con la salida de Kenji Matsubara como CEO de SNK, cargo que ocupaba desde 2021. Aunque seguirá vinculado a la empresa como supervisor, la decisión marca un cambio clave en la cúpula de la compañía. Por ahora, el Chairman tomará el rol de CEO de forma provisional.
Durante su gestión, Matsubara lideró la expansión de las áreas de desarrollo y marketing, y apostó fuerte por revivir las franquicias clásicas del estudio, como The King of Fighters, Samurai Shodown y, claro, Fatal Fury.
¿Y el futuro?
Pese al traspié, SNK no parece dispuesta a tirar la toalla. A fines de 2024, la empresa anunció la creación de KOF Studio, una unidad especializada en juegos de pelea que busca modernizar sus marcas más importantes y seguir en la pelea en un mercado cada vez más competitivo.
El fracaso de City of the Wolves deja muchas preguntas, pero también la oportunidad para que SNK replantee su estrategia. Queda claro que la nostalgia por sí sola ya no alcanza. El desafío ahora es reinventar lo clásico sin perder su alma.