Por María Carrillo
El ayuno intermitente ha ganado popularidad en los últimos años como una forma efectiva de mejorar la salud y perder peso. Esta práctica consiste en alternar períodos de ayuno con momentos específicos para comer, con lapsos de entre 12 y 16 horas sin ingerir alimentos. Sin embargo, no todos pueden beneficiarse de esta tendencia. Para quienes padecen ciertas enfermedades, el ayuno intermitente puede ser perjudicial.
¿Qué es el ayuno intermitente y cómo funciona?
El ayuno intermitente no se enfoca en restringir calorías, sino en reorganizar los tiempos en los que se consumen los alimentos. Según la nutricionista Sandra Moñino, autora de Adiós a la inflamación, el ayuno intermitente permite al cuerpo descansar y optimizar el uso de las reservas energéticas, lo que puede favorecer la quema de grasas y mejorar el metabolismo.
La manera más común de implementarlo es cenar temprano, alrededor de las ocho de la noche, y no volver a ingerir alimentos hasta el mediodía del día siguiente. Esto genera un lapso de ayuno de unas 16 horas, en las que el organismo accede a sus reservas de energía.
¿Quiénes no deben practicar ayuno intermitente?
Aunque el ayuno intermitente puede parecer beneficioso, no es recomendable para todas las personas, especialmente para quienes padecen diabetes. Moñino advierte que las personas diabéticas deben evitar este tipo de prácticas, ya que los períodos prolongados sin ingerir alimentos pueden provocar picos peligrosos de glucosa en sangre. Los diabéticos dependen de una ingesta regular de alimentos para mantener estables sus niveles de azúcar, por lo que el ayuno podría poner en riesgo su salud.
Además, personas con trastornos alimentarios o aquellas que toman medicamentos que requieren ser ingeridos con alimentos también deben evitar el ayuno intermitente. Saltarse comidas puede interferir con el efecto de ciertos tratamientos y desestabilizar el metabolismo.
Recomendaciones antes de hacer ayuno intermitente
Si decides probar el ayuno intermitente, es fundamental hacerlo de manera gradual y bajo la supervisión de un médico o especialista en nutrición. Según Moñino, esta práctica no es solo pasar varias horas sin comer, sino un enfoque estratégico que debe ser personalizado para evitar complicaciones.
Además, Moñino aclara que los ayunos de menos de 13 horas no se consideran intermitentes, aunque pueden ofrecer beneficios propios. Lo importante es adaptar la práctica a las necesidades de cada persona para evitar efectos adversos.