En las últimas décadas, cada vez más parejas optan por convivir antes del matrimonio. Mientras algunos lo ven como una prueba para la relación, otros lo hacen por comodidad o razones económicas. Sin embargo, diversos estudios han demostrado que esta decisión puede aumentar el riesgo de divorcio en un 33%.
¿Por qué sucede esto? Un factor clave es la diferencia en la percepción de hombres y mujeres. Las mujeres suelen ver la convivencia como un paso previo al compromiso, mientras que los hombres, en promedio, muestran menor dedicación cuando no hay una promesa clara de matrimonio.
La psicóloga Meg Jay identifica dos tipos de parejas en la convivencia:
- Los “Deciders”, que planifican su relación antes de mudarse juntos.
- Los “Drifters”, que terminan conviviendo sin una decisión consciente.
El problema con los “Drifters” es que, con el tiempo, pueden quedar atrapados en relaciones que no son realmente satisfactorias. Esto se conoce como el efecto de “lock-in”: quedarse en una relación por la inversión emocional y material, más que por deseo genuino.
Más allá del divorcio, la convivencia sin compromiso previo se asocia con menor satisfacción en el matrimonio, más discusiones y una menor sensación de confianza. No se trata solo de evitar la separación, sino de construir relaciones sólidas y felices.
Para que la convivencia funcione, es esencial contar con habilidades como comunicación efectiva, negociación y manejo del tiempo. La madurez emocional y la compatibilidad son clave para evitar que la inercia nos lleve a compromisos no deseados.
Entonces, ¿convivir antes del matrimonio es un error? No necesariamente, pero hacerlo sin reflexión y sin compromiso claro puede generar problemas a largo plazo. La mejor estrategia es decidir primero y mudarse después, no al revés.