Hay amores que apagan. El gaslighting es una forma de control que se disfraza de cuidado, pero que en realidad mina lentamente la autonomía emocional de quien lo sufre. ¿Cómo se siente? Como vivir en una niebla constante, donde la otra persona siempre “tiene la razón” y tú siempre “estás mal”.
El abusador no necesita levantar la voz. Basta con pequeñas frases que desvían la culpa, reinterpretan los hechos o siembran dudas: “solo estás siendo dramática”, “yo nunca dije eso”, “lo inventaste tú”. A esto se suma una constante sensación de estar equivocada(o), incluso al defender tus emociones más básicas.

Reconocer el gaslighting duele, pero también libera. Nadie debería sentirse confundido o inferior en una relación. Amar no es anular al otro, es acompañarlo en su verdad. La validación emocional no es un lujo, es una necesidad. Si algo no te cuadra, escúchate. A veces la intuición es más sabia que las palabras que intentan callarla.u