Toda pelea deja algo: una lección, un cambio, una oportunidad. Pero también puede dejar heridas si no se aborda con madurez y empatía. Sanar después de discutir es tan importante como evitar el conflicto.
El error más común después de una pelea es fingir que no pasó nada. Ignorar lo ocurrido puede parecer cómodo a corto plazo, pero es como barrer bajo la alfombra: tarde o temprano estalla. Por eso, es esencial hablar del conflicto una vez que ambos estén calmados.
Haz preguntas con curiosidad, no con juicio: “¿qué te dolió más de lo que pasó?”, “¿cómo podríamos hacerlo diferente la próxima vez?”. Esto no solo resuelve el problema inmediato, también fortalece la conexión emocional.

A veces, la pelea es solo la punta del iceberg. Las discusiones suelen ocultar necesidades no atendidas, inseguridades o frustraciones acumuladas. Por eso, no se trata de ganar la discusión, sino de entender al otro y sentirse entendido.
Y sobre todo, perdonar de verdad. El perdón no significa olvidar ni minimizar lo que ocurrió, sino elegir seguir adelante sin rencor. Implica reconocer que el amor va más allá de tener la razón.
“Las parejas sanas no son las que no pelean, sino las que saben cómo volver a elegirse después de una pelea.”