En tiempos donde lo vintage está de moda y las experiencias compartidas cobran nuevo valor, el fondue reaparece como una joya culinaria que mezcla tradición, nostalgia y placer colectivo.
Durante décadas, el fondue fue sinónimo de reuniones íntimas, cenas elegantes en casa y largas conversaciones alrededor de una olla de queso fundido. Su auge se remonta a los años sesenta y setenta, cuando era común ver estos platones humeantes en el centro de la mesa, rodeados de pan, vino y risas. Luego, como muchas modas, cayó en el olvido. Pero hoy, en pleno siglo XXI, este ritual suizo está encontrando una segunda vida.
Las nuevas generaciones, sedientas de experiencias con alma, están descubriendo el encanto de esta preparación que invita no solo a comer, sino a convivir. Lejos de ser una simple receta, el fondue es una excusa para detenerse, compartir, hablar, mirar a los ojos y sumergir el pan —literal y figuradamente— en una experiencia sensorial.
De los Alpes al mundo: una receta sencilla con mucha historia
Aunque hoy se le relaciona con cenas chic o experiencias gourmet, el fondue tiene un origen humilde. Surgió en las zonas montañosas de Suiza como una forma de aprovechar ingredientes disponibles durante el invierno: pan viejo y restos de queso. Fundirlos con vino blanco fue una solución ingeniosa y reconfortante que con el tiempo se volvió tradición.
Ya en el siglo XX, el platillo fue adoptado y promovido por instituciones suizas como símbolo nacional. Sin embargo, fue hasta los años sesenta cuando su fama cruzó fronteras, convirtiéndose en una tendencia gastronómica en Europa, Estados Unidos y, eventualmente, en Latinoamérica.
Glamour setentero en una olla caliente
Si hubo una década en la que el fondue brilló con luz propia, fue la de los setenta. Aparecía en revistas de decoración, manuales de anfitrionas, películas, y catálogos de tiendas departamentales. Tener un set de fondue —con su olla esmaltada, tenedores largos y base para mantener el calor— era un símbolo de buen gusto.
En aquella época, preparar fondue era mucho más que cocinar. Era un acto social. Se trataba de crear ambiente: luces bajas, buena música, una botella de vino blanco y la olla como protagonista de la velada.
La vuelta del fondue: nostalgia, reinvención y comunidad
Hoy, el fondue ha vuelto, pero con una identidad renovada. Ya no se trata solo de queso. Ahora existen versiones para todos los gustos: fondues dulces con chocolate amargo y frutas frescas; opciones veganas elaboradas con quesos vegetales o bases de papa y nuez de la india; incluso fondues de cerveza artesanal con ingredientes locales.
El auge de las redes sociales también ha jugado un papel importante. Las imágenes de queso derretido, el pan colgando antes del primer bocado, el hilo que se estira hasta el plato… todo eso resulta irresistible para plataformas como Instagram o TikTok, donde el fondue ha ganado seguidores entre jóvenes que quizás nunca lo habían probado antes.
Más allá de las modas, lo que explica su regreso es simple: el fondue propone una forma de comer que se siente cercana, cálida y auténtica. No es un platillo para comer de prisa. Requiere tiempo, pausa y compañía. Es, quizá, justo lo que muchos están buscando.
Un platillo que se cocina lento… como las buenas conversaciones
Parte del ritual del fondue está en su ritmo. No es una comida que se sirve en platos individuales, sino una experiencia compartida. Cada quien toma un trozo de pan, lo sumerge en el queso caliente y espera su turno. Se platica, se ríe, se bromea. Incluso existen pequeñas reglas o juegos tradicionales, como castigos divertidos si a alguien se le cae el pan dentro de la olla.
En una época dominada por la inmediatez y las pantallas, este tipo de rituales adquieren un nuevo valor. El fondue nos obliga —amablemente— a desconectarnos del exterior para conectarnos con quienes tenemos enfrente.
¿Te animas a probarlo en casa?
Preparar fondue es más sencillo de lo que parece. No se necesita un equipo sofisticado, solo una olla adecuada, los ingredientes correctos y buena compañía. Aquí una receta tradicional para que armes tu propia noche de fondue:
Fondue clásico de queso suizo:
- 200 g de queso gruyère
- 200 g de queso emmental
- 1 diente de ajo
- 250 ml de vino blanco seco
- 1 cucharadita de fécula de maíz
- Un chorrito de kirsch (opcional)
- Pan duro en cubos
Frota el interior de la olla con el diente de ajo. Calienta el vino blanco a fuego medio. Agrega los quesos rallados poco a poco, mezclando con una cuchara de madera. Disuelve la fécula en el kirsch, incorpóralo y revuelve hasta obtener una mezcla suave. Mantén caliente y sirve de inmediato.
Un clásico que vale la pena redescubrir
Tal vez el fondue volvió por moda. Tal vez por nostalgia. O simplemente porque, en el fondo, lo que propone nunca pasó de moda: reunirnos alrededor de una mesa, disfrutar del calor de los alimentos y de la compañía, sin prisas. Si hace mucho no lo pruebas —o si nunca lo has hecho—, este es un buen momento para dejar que el queso vuelva a ocupar su lugar en el centro de la mesa.
