Mientras la guerra ruso-ucraniana se prolonga, Ankara se convierte en el único interlocutor viable entre ambos bandos, usando la neutralidad activa como herramienta de poder regional y global.

La imagen de Turquía como simple potencia regional ha quedado atrás. Bajo la dirección de Recep Tayyip Erdogan, el país ha perfeccionado un modelo diplomático que desafía las lógicas clásicas de los bloques militares y políticos. La reanudación de negociaciones directas entre Rusia y Ucrania en Estambul, junto con el mayor intercambio de prisioneros desde el inicio del conflicto, no sólo representa un gesto humanitario. Es, sobre todo, una victoria simbólica de Ankara como nuevo árbitro geopolítico.
En el corazón del enfoque turco está lo que algunos analistas denominan “neutralidad activa”: una política exterior flexible, que permite a Erdogan conversar con Moscú sin aislarse de la OTAN, vender drones a Ucrania sin cerrar los puertos al comercio ruso, y sentarse a la mesa con ambos sin comprometer alianzas estructurales.
Este equilibrio le permitió, ya en 2022, negociar junto con la ONU el desbloqueo del grano ucraniano en el mar Negro, salvando del hambre a millones en África y Asia. Hoy, en 2025, repite el gesto con un acto que trasciende lo simbólico: más de 2.000 prisioneros de guerra han sido liberados, mientras que Estados Unidos, Alemania y Francia observan desde la distancia sin lograr influencia directa en las conversaciones.
Pero el papel de Turquía no está exento de ambigüedad. Erdogan no ha condenado explícitamente la invasión rusa y se ha negado sistemáticamente a imponer sanciones económicas a Moscú. Esta postura ha generado tensiones en Bruselas y Washington, pero también ha fortalecido el prestigio turco entre potencias intermedias que ven en Ankara un modelo de independencia estratégica.
La pregunta que ahora flota sobre el Bósforo es: ¿hasta dónde puede Turquía sostener ese equilibrio sin pagar un precio? ¿Podrá convertir su protagonismo diplomático en una arquitectura de paz real, o su rol será simplemente el de facilitador de treguas temporales?
Por el momento, Erdogan gana tiempo, influencia y visibilidad. En un mundo donde los equilibrios de poder se fragmentan y las instituciones multilaterales pierden peso, Ankara construye una posición singular: ni al este, ni al oeste, sino en el centro mismo de la tensión global.