By Los fabricantes occidentales están retrocediendo en sus proyectos de vehículos autónomos. General Motors anunció recientemente el fin del financiamiento a Cruise, su filial de movilidad autónoma, mientras que Ford ya había eliminado Argo AI, su colaboración con Volkswagen. Estos movimientos reflejan un cambio de enfoque hacia tecnologías avanzadas para conductores humanos, dejando en pausa la carrera por los robotaxis.
En contraste, China continúa liderando el sector con iniciativas como la de Pony.ai, que en alianza con GAC planea aumentar su flota de robotaxis de 250 a 1,000 vehículos. Este impulso es posible gracias a regulaciones más permisivas, apoyo estatal y un mercado de vehículos eléctricos más accesible. Empresas como Baidu también están en la carrera por reducir los costos de fabricación, con una meta ambiciosa de 30,000 dólares por unidad, según reportes de The Verge.
La divergencia entre ambos bloques no solo es tecnológica, sino también estratégica. En Occidente, las inversiones en movilidad autónoma han demostrado ser poco rentables y técnicamente desafiantes, mientras que en China, el respaldo gubernamental y la adopción masiva parecen estar transformando el panorama urbano en ciudades como Pekín y Shanghái.
Estados Unidos no solo enfrenta barreras económicas, sino también preocupaciones de seguridad. La administración Biden ha propuesto restricciones a las tecnologías chinas y rusas en el sector de vehículos conectados, argumentando riesgos para la infraestructura crítica. Sin embargo, estas medidas podrían ser insuficientes frente al ritmo de desarrollo chino.
El desafío ahora es si las automotrices occidentales podrán superar sus obstáculos actuales o si China consolidará su posición como líder indiscutible en movilidad autónoma.
