El presidente Andrés Manuel López Obrador ha concentrado, como ningún otro mandatario en los últimos 50 años, todo el poder en la Presidencia de la República. Ha eliminado las mediaciones entre el gobierno federal y las organizaciones de la sociedad civil, estableciendo estructuras de contacto popular a través de los denominados “servidores de la nación”. Esta dinámica ha opacado la presencia activa del gabinete, dejando en la sombra los mecanismos de vinculación con los estados y municipios.
López Obrador ha implementado reformas constitucionales y legales profundas, generando grupos de interés que han influido en la toma de decisiones a nivel nacional y regional. Este enfoque ha resultado en un hiperpresidencialismo donde la figura del presidente se convierte en el centro de toda acción política, logrando una eficacia electoral que ha prácticamente anulado a las oposiciones formales.
Para Claudia Sheinbaum, esta nueva realidad representa un desafío significativo. ¿Mantendrá su estilo personal y las estrategias de su antecesor? ¿Cómo se relacionará con el partido Morena, que ha experimentado cambios en su dirigencia? La relación entre López Obrador y Sheinbaum es crucial, ya que la presidenta electa todavía es percibida como una figura secundaria, a pesar de su posición.
El escenario político ha cambiado drásticamente, y surge la pregunta: ¿podrá Sheinbaum democratizar el Ejecutivo o continuará con la lógica de concentración de poder? Las incógnitas son muchas y su capacidad para establecer procesos claros será fundamental para el futuro político del país.