Por Kathya Contreras
Mientras Hollywood y los medios de comunicación han enfrentado el impacto del movimiento #MeToo, la industria de la música había mantenido una notable resistencia ante este tipo de cambios. Sin embargo, las recientes acusaciones contra el magnate del hip hop Sean Combs, mejor conocido como Diddy, podrían estar abriendo un nuevo capítulo en la lucha contra el abuso y el acoso en el mundo del entretenimiento.
Las acusaciones, que incluyen la creación de una red de abuso sexual y chantaje, han hecho que el foco se vuelva hacia las dinámicas de poder dentro de la música, con un creciente número de mujeres que comienzan a alzar la voz.
La influencia de R. Kelly y el precedente del #MeToo
El caso de R. Kelly hace cinco años fue uno de los primeros grandes juicios dentro de la música que atrajo atención mundial. El cantante de R&B fue condenado a más de 30 años de prisión por abuso sexual, tráfico de menores y asociación ilícita, y el juicio fue un punto de inflexión para muchas, ya que las acusaciones fueron mayoritariamente presentadas por mujeres negras, un grupo frecuentemente desatendido en la narrativa de abuso en la industria.
A pesar de este precedente, el cambio que muchos esperaban en la música no llegó con la fuerza esperada. A lo largo de los años, músicos de renombre como Marilyn Manson, Russell Simmons, Diplo y Dr. Luke han sido acusados de abuso sexual sin que sus carreras se viesen realmente afectadas.
La industria de la música y la cultura de la misoginia
Una de las razones detrás de la impunidad de estos casos puede estar relacionada con la cultura de la violencia sexual dentro de la industria. La académica Caroline Heldman, experta en violencia sexual y profesora del Occidental College, señala que las mujeres en la música han sido vistas como “desechables” debido a la imagen de la industria, que durante mucho tiempo ha estado vinculada con el sexo, las drogas y el rock and roll.
Esto, según Kate Grover, investigadora especializada en el tema, se agrava por el factor racial. Las mujeres negras, muchas de ellas en situaciones vulnerables y sin el poder de estrella de figuras blancas como las actrices que denunciaron a Harvey Weinstein, han sido las principales víctimas en los casos de abuso en la música.
Las denuncias contra Sean Combs y la ola de acusaciones
El caso más reciente que ha puesto a la industria en el punto de mira es el de Sean Combs, quien ha enfrentado múltiples demandas desde que su expareja, la cantante Cassie Ventura, lo acusara de abuso el año pasado. Desde entonces, varias mujeres han presentado demandas en su contra, sumando una docena de acusaciones, y más de un centenar de víctimas estarían preparadas para llevarlo a juicio.
Estas demandas destacan una vez más los problemas sistémicos de la industria, especialmente la cultura de misoginia y cultura de violación que persiste en el ámbito musical, como ha señalado la activista Tiffany Red en varias declaraciones.
La paradoja del éxito en el abuso
Uno de los aspectos más preocupantes de este fenómeno es la respuesta del público y la industria a las denuncias. En el caso de R. Kelly, por ejemplo, sus ventas de música aumentaron un 500% después de su condena. Lo mismo ha sucedido con Diddy, cuyo consumo musical subió un 18,3% tras su arresto, según datos de Luminate, una firma de análisis de datos del sector musical.
Caroline Heldman sugiere que esta reacción del público refleja un tipo de indulgencia hacia los músicos, en especial a aquellos que han alcanzado un estatus de ídolos. “Nunca he visto algo similar a la devoción que los fans muestran por sus artistas, incluso cuando están involucrados en acusaciones tan graves”, afirma Heldman.
¿Es este el momento de un cambio en la música?
A pesar de la aparente indulgencia de los fanáticos y el lento progreso en cuanto a rendir cuentas dentro de la industria, algunas voces creen que estamos en el punto de inflexión. Caroline Heldman comenta que estamos “en la cresta de algo importante”, insinuando que el movimiento #MeToo podría finalmente estar tocando el mundo de la música, y que los días de silencio y encubrimiento para los artistas poderosos podrían estar contados.
El caso de Sean Combs, junto con otros precedentes recientes, podría ser el inicio de una revisión profunda en cómo la música enfrenta el abuso y el acoso, y cómo los artistas que han abusado de su poder podrían finalmente rendir cuentas. Las mujeres dentro de la industria están alzando la voz, y ahora es el momento de ver si la música está lista para enfrentar las consecuencias.