Hay conciertos que entretienen, y hay otros que tocan el alma. El de KALEO en el Pepsi Center de la CDMX pertenece sin duda al segundo grupo. Como parte de su esperada gira internacional The Payback Tour, la banda islandesa volvió a pisar tierras mexicanas para ofrecer un espectáculo que fue mucho más que una descarga de blues y rock: fue una declaración emocional, artística y humana.
Desde su salida al escenario, JJ Julius Son se robó las miradas. No solo por su potente voz —esa que vibra con un alma cruda y profunda—, sino por el enorme gesto de cariño al público: lució durante todo el show una playera de la selección mexicana, ganándose ovaciones incluso antes de cantar la primera palabra.

KALEO abrió con fuerza, con temas como Broken Bones y Alter Ego, y fue construyendo una narrativa sonora impecable que llevó al público desde la euforia hasta la contemplación. Pero sin duda, uno de los momentos más coreados y celebrados de la noche fue “Way Down We Go”, su mayor éxito hasta el momento, que transformó al recinto en una sola voz.

Lo que sorprendió gratamente fue el estreno en vivo de una de las canciones que formarán parte de su nuevo álbum Mixed Emotions, programado para estrenarse este 9 de mayo de 2025. La canción, cuyo título aún no ha sido revelado, dejó ver una faceta más introspectiva de la banda, donde el sentimiento y la atmósfera se imponen sobre la estructura tradicional del blues, abriendo paso a lo que parece ser un proyecto más vulnerable y visceral.
Cada integrante de KALEO mostró una maestría instrumental impecable, desde los enérgicos riffs hasta las pausas dramáticas que daban espacio a la emoción. No fue solo un recital técnico, sino una experiencia sensorial, en la que el público sintió cada acorde en la piel.

Con una producción sobria pero precisa, luces que acompañaban el viaje emocional de cada canción y un sonido impecable, KALEO demostró que su conexión con México es profunda, real y construida desde la autenticidad.
Esta noche no solo fue un reencuentro entre banda y fans. Fue una celebración del arte de decirlo todo sin gritar, de conmover sin artificios, y de rendirse ante la música como la única verdad necesaria.