María Carrillo
El cambio de hora, que ocurre dos veces al año, tiene efectos en la salud que van más allá del sueño y el cansancio. Este 27 de octubre, millones de personas ajustarán sus relojes al horario de invierno, una medida que, aunque parece rutinaria, afecta el ritmo circadiano, el reloj biológico que regula las funciones del cuerpo. Uno de los aspectos menos conocidos es cómo la variación en la luz solar influye en nuestros hábitos alimenticios.
La luz y su impacto en el apetito
La luz solar juega un papel crucial en la regulación del ritmo circadiano, afectando desde la temperatura corporal hasta el apetito. Durante los meses de invierno, los días más cortos y la reducción de la exposición al sol generan un desequilibrio en la producción de melatonina y cortisol, las hormonas que controlan el sueño y el estado de alerta. Esto no solo afecta el descanso, sino también la sensación de hambre y la elección de alimentos.
Clara Puig Muñoz, nutricionista, explica que la falta de sueño y el cansancio provocados por el cambio de hora nos llevan a buscar alimentos más calóricos para obtener energía. “El cansancio afecta nuestras decisiones alimentarias, y tendemos a consumir más alimentos ricos en grasas y azúcares”, señala. Además, la reducción de la luz solar incrementa la producción de melatonina, lo que puede provocar una mayor somnolencia y aumentar el consumo de comidas poco saludables.
Ajustar los horarios de las comidas
Para minimizar los efectos del cambio de hora en la dieta, los expertos recomiendan ajustar los horarios de las comidas. Cristina Sabaté, dietista del Centro Júlia Farré, sugiere cenar temprano, preferiblemente antes de las ocho de la tarde. “Comer más tarde de esa hora puede alterar el metabolismo y hacer más difícil la digestión”, advierte.
Los alimentos ricos en triptófano, como los lácteos, el pescado y los huevos, pueden ser aliados para mejorar la calidad del sueño y regular el apetito. Además, planificar las comidas de la semana y optar por opciones ligeras durante la cena puede ayudar a reducir el impacto negativo del cambio de hora.
Consecuencias a largo plazo
La desincronización entre el reloj biológico y el horario oficial no solo provoca cambios inmediatos en el apetito y el sueño, sino que, a largo plazo, puede aumentar el riesgo de desarrollar problemas metabólicos como la obesidad y la diabetes. “No dormir bien afecta al cuerpo en muchos niveles, y esto incluye cómo digerimos y procesamos los alimentos”, señala Puig Muñoz.
El cambio de hora no solo altera nuestros relojes, sino también nuestro metabolismo y alimentación. Ajustar los horarios de las comidas, optar por alimentos ligeros y planificar las cenas puede ayudar a mitigar estos efectos y mantener una dieta equilibrada, incluso durante el invierno.