El deporte infantil, históricamente vinculado con la diversión y el desarrollo integral, atraviesa una crisis alarmante: 7 de cada 10 niños abandonan su práctica antes de los 13 años. Según la Academia Estadounidense de Pediatría, la principal causa es la falta de diversión, un problema derivado de la presión por lograr resultados.
¿Competencia o aprendizaje?
La prioridad que se da a la victoria sobre el disfrute ha cambiado el enfoque del deporte juvenil, convirtiéndolo en una experiencia de estrés en lugar de crecimiento. Para el profesor Ryan Snelgrove, de la Universidad de Waterloo, la profesionalización temprana desmotiva a los niños al enfocarse únicamente en el rendimiento.
Jaclyn Ellis, especialista en rendimiento mental, afirma que esta obsesión por los resultados limita el aprendizaje. “El deporte debería ser un espacio para cometer errores y crecer, pero el miedo a fallar hace que los niños pierdan la confianza para intentarlo”, asegura.
Un entorno que olvida la diversión
Ejemplos como el de una joven futbolista que no celebró un gol por considerarlo una simple obligación reflejan cómo los valores originales del deporte se han desplazado. Entrenadores como Jordan Lund intentan cambiar esta realidad eliminando puntuaciones y clasificaciones en sus equipos, priorizando la cooperación y el aprendizaje, aunque estas iniciativas aún son la excepción.
El costo de la especialización temprana
Padres y entrenadores que buscan formar atletas de alto rendimiento impulsan a los niños a especializarse desde edades tempranas, privándolos de explorar distintas actividades y aprender a disfrutar el proceso. Esto no solo disminuye la motivación, sino que también les impide desarrollar habilidades emocionales valiosas como gestionar derrotas o celebrar triunfos.
¿Es un cambio necesario?
En Ontario, estrategias que eliminan la puntuación en deportes infantiles han aumentado la participación, demostrando que un enfoque equilibrado puede ser la clave. El pediatra Billy Garvey insiste en que ganar y perder son experiencias importantes, pero siempre dentro de un entorno que fomente el disfrute y el aprendizaje.
El deporte juvenil debe reenfocar su propósito para que los niños puedan redescubrir la alegría del juego. Solo así se garantizará que el verdadero valor del deporte trascienda el marcador.